Nada se pierde

...todo se transforma...

Para mi una hoja en blanco es un mar... un mar de posibilidades.
Hay quien siente pánico frente a una hoja en blanco, quien no ve nada. Hay quien frente a una hoja en blanco crea un mundo. Quien ve todo.
Hablando la gente se entiende, y ¿por que a veces esto no sucede? Porque las personas solemos tener una enorme capacidad para no escuchar. Una enorme capacidad para no ver. Una charla puede derivar en discusión, en un tironeo para ver quien grita mas fuerte, quien tiene la razón. Pero las letras tienen el poder de hacerse respetar por si solas. Porque las palabras pueden gritar con el poder del silencio y dejar huella en quien lo lee, tal como la huella que dejaron en su hoja en blanco primero. Fue a si que en ciertas oportunidades me oyeron mas leyendo que escuchando.
Quiero invitarte a ilustrar una hoja en blanco. A que escribas, a que dibujes, a que pienses, a que sientas conmigo. A que hagas lo que te salga. Y tachar si hace falta, y reescribir, y escribir, y leer, corregir, avanzar tres frases, deternerse... lo que te haga falta, lo que me haga falta.

Porque esta vez quiero compartir la hoja, y quiero que seamos dos...


El distraído tropezó con ella.
El violento la utilizó como proyectil.
El emprendedor, construyó con ella.
El campesino, cansado, la utilizó de asiento.
Para los niños, fue un juguete.
Drummond la poetizó.
Con ella, David mató a Goliat.
Y Michelangelo le sacó la más bella escultura.

¡En todos estos casos, la diferencia no estuvo en la piedra, sino en el hombre!

No existe "piedra" en tu camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento.

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El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan... demasiado rápido para aquellos que temen.... demasiado largo para aquellos que sufren.... demasiado corto para aquellos que celebran... pero para aquellos que aman, el tiempo es eterno.
(Henry Van Dyke)
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Cuentan que un día llegó un hombre a un pequeño pueblo que lucía desolado y triste. En esa tierra muy lejana las personas vivian practicamente en total oscuridad, ni el sol quería salir... En Nuequembúe las noches se diferenciaban poco de los días. Todo tenía el mismo tono, el mismo color.
Este hombre era un viajante, que llegaba a distintas ciudades en busca de jugueterías para venderles todo tipo de juguetes y juegos, para todas las edades. Al llegar a Nuequembúe, se detuvo, depositó su bolso verde en el suelo y hechó una mirada panorámica a toda la escena pueblerina. Que triste se veía eso! No sabía qué le esperaba allí, con qué comerciantes trataría, ni donde se instalaría. Recogió su bolso y sólo comenzó a caminar, pues sabía que la vida siempre le sonreía. La vida siempre sonríe, los que dejan de sonreir son los hombres...
A medida que avanzaba en su trayecto la sorpresa era cada vez mayor. En aquellas calles no había plazas, no había hamacas, ni subibajas. Caminaba más y veía que no había niños jugando con sus bicicletas, o a la escondida, ni a los dados, ni a la bolita. Caminaba un poco más y no veía a niñas con muñecas, jugando a la mamá, ni ollas con comiditas... Entonces se asustó de llegar a la conclusión de que allí los niños no jugaban. Pero luego pensó, si aquí los niños no juegan es porque nadie les enseño. Y entonces empezó a mirar a la gente más grande. Descubrió que no había señoras jugando a seducir, ni había abuelos jugando al truco en un bar o jugando a las bochas. Los señores no jugaban un partidito en el parque, ni a un mini torneo de ping pong. En Nuequembúe nadie sabía qué era JUGAR. ¿Cómo van a sonreir si no saben jugar?, pensó el viajante. ¿Que fue lo que pasó?
En ese pueblo todos simplemente existían... Pero vivir no es simplemente existir, y el joven viajante se dispuso a buscar al más viejo de todos los viejos en el pueblo para saber porque la gente ya no recordaba lo que era jugar.
Así, preguntando y preguntando dio con un señor llamado Juan. Era un abuelo sentado en una mecedora, que se me hamacaba constantemente sin largar su bastón. Ante las preguntas ansiosas del viajante el abuelo lo hizo callar, y luego de hacer un largo silencio habló:
-En mi época todo era distinto... pero según pasan los años si uno no ejercita un músculo este acaba por atrofiarse. Eso fue lo que le pasó a Nuequembúe. Hoy los arboles ya no se sienten nunca acariciados, porque nadie los trepa...
El abuelo, angustiado, lo único que hizo fue largarse a llorar sin contar ni una palabra de la razón de tanta tristeza. Así que sin conocer el pasado, al cual nunca podemos modificar, el viajante consideró que sería mejor preocuparse por lo que tenía que pasar. Abrío su bolso verde, saco un gran disfraz multicolor, una peluca de rulos amarilla, y una nariz de payaso roja y grandota. Se paró en medio de la peatonal principal y se quedó duro como una estatua. En frente quedaba la puerta de la unica escuela del pueblo. Cuando se hicieron las 12 los chicos comenzaron a salir y uno por uno se acercaban a ese sujeto tan extraño vestido tan estravagantemente.
Había algo en ese señor que daba miedo, pero al mismo tiempo daba curiosidad. Junto con los niños comenzaron a acercarse los padres. Hasta que un niño vio el cartel tras el sombrero que decía "Pon una moneda y te llevarás una sorpresa". Insistió e insitió hasta que la madre le dio una moneda para poner. La hechó y el payaso se movió. Ante le primer gesto todos se echaron hacia atrás. Entonces el payaso extendio una mano para darsela al niño y con la otra sacó un paquete de su bolso y se lo regaló. La madre del niño tuvo miedo, vaya a saberse que había allí adentro. Cual fue la sorpresa que al abrirlo había un hermoso rompecabezas. Al ver esto todos quisieron su regalo, y comenzaron a echar monedas. Los paquetes parecían no acabarse y la peatonal se convirtió en un mundo de risas y juegos hasta llegada la noche.
Al día siguiente salió el sol, y todos corrieron a buscar contentos al payaso de la peatonal. Bajo el sombrero ahora había un cartel que decía: "No se olviden de jugar, no se olviden de reir".
El viajante ya se había ido, en busca de otros pueblos, en busca de otras jugueterías, en busca de otras risas...y Nuequembúe volvió a vivir.





·······Dejar tu mente jugar es la mejor manera de resolver los problemas·······