Nada se pierde

...todo se transforma...

-te quiero! te quiero cada segundo masss!!
-pero...¿por que?? ¿mucho...poquito... o nada??
-uyy!!... menos preguntaba Favaloro y operaba!
-..... ¿? mm...

te quiero...simple

... yo tambien te quiero!

Existía una vez en un pueblo muy pequeño un cactus. Su vida se encontraba bajo el resguardo de un joven trabajador que cuidaba de él dándole todos los días la cuota de amor y de sol que necesitaba para crecer. Sus días transcurrían para toda la humanidad en el perfecto anonimato. Nadie sabía de él más que su amigo humano, y las otras plantas que le hacían compañía en el jardín.
Los más reconocidos profetas catuceros decían que no tenía demasiado para ofrecer pues de hecho le quedaban contados días de vida. Por primera vez no se diferenciaban estos del resto de los humanos que creen que los cactus no son capaces de florecer.
Vida, vida, vida.
Su amigo humano, el joven trabajador, sin embargo no perdió la fe, y le dio sus gotas de fe, creyendo que hasta el mas árido cactus en este mundo puede tener algo con que dar de florecer. Y así, se sentó día tras día. Cuando no, estiraba el ojo, esperando con todas ansias verlo renacer. Hasta que una vez sacó lo que se asemejaba a un pimpollo. Pero de pronto fueron dos.
El revuelo en el hogar del joven fue colosal. La noticia corrió hasta el último integrante de la familia envolviendo a todos con esa especie de incertidumbre que genera algo que es desconocido pero al mismo tiempo amado y esperado.
Vida, vida, vida.
Los minutos pasaban en el reloj, y la espera se hacia imposible.
Hasta que el día llegó. El cactus descubrió la noche con dos enormes flores blancas que irradiaban luz y vida… sí, esa misma vida en la que nadie creyó más que su amigo hermano, el joven trabajador. El, que no estaba en su hogar en ese momento, recibió la noticia y corrió al encuentro.
Dicen, tan solo dicen, que las flores del cactus viven tan sólo un día, tan solo eso, 24 horas de vida.
Con afán llegó a la casa, y de pronto sus ojos se toparon con esas dos enormes bellezas que lo estaban esperando. La alegría se mezcló con la sorpresa. La sorpresa se mezcló con el orgullo. El orgullo se mezcló con la ansiedad… y así, como si nada, los ojos se le llenaron de lágrimas, se les llenaron de vida.
Vida, vida, vida.
Ese día para el joven era la vida entera para esas flores, así que las sacaron a pasear. La abuela las lloró de emoción. El dueño del comercio amigo las felicitó. Un extraño que pasaba por ahí las codició. Pero el joven, acompañado de su mejor amigo, las amo.
Tanto recorrieron el mundo, generando tanto asombro, desplegando tanta vida que el mundo celebraba y agradecía la posibilidad de verlas tan solo un pedazo de día.
Hasta en la casa de los duendes del bosque, en donde todo era fiesta y alboroto el duende dueño de casa casi llorando agradeció al joven y a su amigo la visita. La felicidad que les habían compartido no tenía medida.
El amigo del joven trabajador, con una sonrisa en la cara le dijo al duende algo tan simple pero tan complejo, como que: de eso se trata la vida!

(Las dos flores blancas, volvieron a casa con la cara hecha sonrisas, y ¿saben que? …aun pasadas las 24 sentenciadas horas, ellas seguían compartiendo su vida)

Hoy no vi las libélulas...y llovió algo, pero por ellas hoy yo sigo libeluleando.

Allí se encontraba ella… parada en medio de esa playa, mirando hacia el mar, esa enorme majestuosidad que la hacía sentir tan pequeña. Detrás de ella el mundo acontecía de su manera más natural. Pero el tiempo se detuvo egoístamente en el horizonte, y llevó sus ojos inertes a contemplar cómo la naturaleza se encargaba de todo, cómo armaba el escenario perfecto cuidando cada detalle y cada de protagonista de su obra…así…como esa luna, redonda que sonriente le mostraba secretamente tan sólo un rincón del mundo, y que al mismo tiempo y como un refucilo se lo revelaba íntegro. Cerró los ojos, y era tan insignificante, que se olvidó de existir, se olvidó del tiempo, de olvidó de sí, y se dejó transportar…quien sabe a dónde… con una fuerza extraña que le brotaba de adentro. La mente en blanco, los pies descalzos, y esa necesidad de escapar, de caer en el abismo y dejarse llevar. De olvidar las realidades alternas, esas que la ignoraban y que le eran indiferentes, esas que no le daban lugar.
No hace falta tanto… Los interrogantes que habían rondado la cabeza de cientos personas por siglos, acosaban hoy la suya… Allí afuera había sido desconocida…y entonces necesitó. Necesitó.
Necesitó volver.
Podía sentir el abrazo de la brisa del mar, podía sentir que era parte de un todo que la llamaba y la invitaba a vivir por siempre en si, en su naturaleza, podía sentir que no necesitaba aquello que en otro lugar del mundo la esperaba, todo eso o todos aquellos que la estacaban inmovilizaban refrenaban. Descubrió que no necesitaba más nada para ser feliz…porque ya lo era.
Dicen que nunca volvió, que nunca más la vieron, que no saben que pasó.
Hoy me paré frente al mar. Era la primera vez que lo veía, y con su gusto salado y su danza rebelde que me seducía, me quede maravillada… En soledad la descubrí… la oí… y allí se encontraba ella.

"Tu única obligacion en cualquier período vital es ser fiel a ti mismo..."

Para variar, estaba pensando... dudas existenciales si las hay...

Mm...¿¿Por que los bostezos se contagian??

Acepto ideas...
mientras sigo pensando...

Hoy me siento ida.
Me levante a las doce y media del mediodía, y eso ya fue raro (capaz que eso me hizo mal…dormir tanto). Me encontré pensando en gente particular. Desayuné (si si, a las doce), pan con manteca y azúcar… y paso un rato y me senté a almorzar. Comí guiso, y el guiso me encontró otra vez pensando en gente muy particular.
La sensación es esa en la que cualquier pavada se encuentra relacionada de una manera inconexa (ya se, no tiene coherencia) con cualquier cosa, con cosas que nada que ver.
En la sobremesa quedó puesta una película argentina con Darío Grandinetti… no me preguntes como se llamaba. Cacé la ultima parte…terminó con un párrafo de un “no se quien” que decía algo así como que el corazón nunca esta cerrado al amor, a lo sumo se esconde tras una muralla hecha de espinas, que encontrara algún día algún buen príncipe (o princesa) que se anime a atravesarla. Y que así, de modo casi mágico, logre con un beso despertar el corazón dormido.
Ya esta… eso basto, ya me colgué a pensar otra vez, cosas que nada que ver.
Comí helado! Que placer! A los segundos empezó otra peli, esta vez extranjera, gran estreno gran! De canal 3:“La tormenta del siglo”. Sí, reconozco, me hizo… sufrir (ponele). Pura catástrofe y en el diome una historia de amor medio frustrada.
Se hicieron las seis de la tarde. Me hice unos mates. Cruce unas palabras con mi madre. Primero el compartido gusto (quizás heredado) por los móviles y demás colgantes decorativos. Después el odiado tema dinero.
Tome mas mates. Se nubló, se puso bien negro y el cielo se largó a llorar.
Prendí la compu, escuché unos temas de música que (¿adivina que?), me re colgaron y me hicieron pensar otra vez.
Me senté. Frente a un montón de filosofía. Palabras, palabras y más palabras. ¿Y viste cuando lees y sentís que no te entra nada? Me había sentado a estudiar. El deber me reclamaba… pero que siga reclamando!! Porque no tengo ni ganas!!
Concluyo con que son casi las nueve de la noche y tengo tantas cosas en la cabeza que parece una ensalada: momentos, personas, recuerdos, problemas, tiempo…
Concluyo en que pensé en tantas cosas, en tanta gente, en tanto… que he descubierto que de pensar tanto ya no puedo pensar en nada.

“Los interrogantes más sencillos son los más profundos. Dónde has nacido, dónde está tu hogar, a dónde vas? Plantéatelos de tiempo en tiempo y observa como cambian tus respuestas…”