Nada se pierde

...todo se transforma...


Sol, arena y mar.
Una mirada clara como el agua.
El sol de desplegaba con fuerza de lado a lado y le sonreía a la mañana que nacía. Mis pies sentían la humedad que la arena aun conservaba de su unión con la marea. Una brisa ligera me mimaba dándome la bienvenida.
A mi lado había un ser. Un alquimista. Sus ojos como espejos recibían la luz que le era regalada por el sol, y al mirarme me iluminaba hasta encandilar.
Sigilosamente me llevo al principio de un camino largo, hecho de piedras, que sin más me invitó a recorrer.
Miré a lo lejos ese horizonte. Sabia que en el final de ese camino encontraría algo que yo quería pero sin saber bien qué. Quería estar mas cerca…
Y comencé a caminar, y camine, y camine sintiendo con las plantas de los pies, bien profundo, cada piedra que rozaba. Hasta que llegué al final.
- Siempre vemos las olas delante de nuestros ojos… – desató – pero ahora podes sentir que el mar te rodea, que estas dentro de él.
Sólo cerré los ojos, sentí el sol, y escuché al mar retumbar por todos los escondites de mí ser, rodeándome, inquieto… susurrándome.
En ese momento solamente quise volar… y te aseguro que volé.

En secreto mantuve un diálogo sostenido y calido con ese mar que nunca voy a olvidar. Fue uno de los momentos más felices de mi vida.
Mi querido Ojos Espejos, explicarte las sensaciones en esa charla es difícil, pero creo que sabes bien a qué me refiero, lo viste hasta en lo muy hondo de mis pupilas.

gracias! Para toda la vida… a vos.
...por tus alas de alquimia…