Nada se pierde

...todo se transforma...


En un sitio lleno de colmenas había un abejorro que hacía su vida todos los días tratando de complacer cada uno de sus momentos con la mayor intensidad. Iba por los jardines en busca del mejor polen. Cada flor podía ofrecerle una esencia diferente. En su camino cotidiano veía muchas de ellas, todas con distintas formas, colores y aromas.
Una noche, de esas en las que muchas otras abejas duermen, encontró en su camino una nueva flor que había nacido. Nunca le quedó muy claro, si apareció de pronto, o si ya estaba y el nunca la vio, o si la conocía de antes…
El abejorro se acercó un poco perdido en los ojos de esa flor, que era suave y de bordes redondeados, que muy sutilmente había soltado al viento un perfume que decía -mírame, mírame!
Y así sucedió, esas cosas que sólo permite la naturaleza… se acercaron, se vivieron, se disfrutaron… En una danza caprichosa se sintieron ser.
La flor quería saber como se llamaba ese baile que tejían y el abejorro teniendo en claro que sólo se vive una vez, le dijo
- no tiene que tener título cada cosa que hay en este mundo, se es, se vive, se disfruta… y nada más.

“No te quedes sólo con un color…”