Nada se pierde

...todo se transforma...

Entreabrí la ventana, y una dulce brisa se permitió entrar en medio de esa noche de verano tórrida. La tierra pedía a gritos un par de gotas. Tenía sed. En mi habitación ya no había rincón desconocido. Con luz o a oscuras. Y hacía calor... mucho calor que no había pedido permiso.
Respirar costaba.
Cerré los ojos, decidida a dormirme ya, cuando en un suspiro sentí unas cosquillas en la punta de la nariz. Un ser noctámbulo se había decidido a hacerme compañía. Era una preciosa libélula trayendo la mejor de las noticias para mi...esa noche iba a llover.
Ese ser tan insignificante y bello daba vueltas y vueltas danzando al compás de lo desconocido para mí. Tenía la capacidad de saber lo que yo ignoraba, de comunicar lo que yo quería saber. Y seguía...seguía...no descansaba.
Admiré ese baile... admiré que supiera los secretos del tiempo, del viento y de las nubes.

danzan, festejan, se regocijan...charlan con las gotas de agua...

Era sabido...las libélulas no duermen de noche...